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Las habilidades para la vida en secundaria

En 1993, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzaba un documento con el que introducía una nueva manera de percibir la salud de los adolescentes y jóvenes: una visión integral, más allá del bienestar físico, que también se basaba en el bienestar emocional y mental. Aquella propuesta incluía un decálogo que la OMS llamaba «las habilidades para la vida», una serie de capacidades para favorecer «una adaptación y un comportamiento positivo que permiten al individuo lidiar con los retos del día a día».

Diez años más tarde, una actualización de la propuesta inicial planteaba una lista de 10 habilidades para la vida que formarían la apuesta actual, por la que muchas técnicas de salud juvenil como yo estamos actualmente trabajando, promoviendo proyectos de salud integral y transversal con estas habilidades para la vida en secundaria como base.

Por este motivo decidieron -los organismos encargados de las políticas de juventud- hacer un abordaje de las cuestiones que afectan a la salud de adolescentes y jóvenes poniendo el foco en las relaciones existentes entre la calidad de la salud emocional y mental y las prácticas de riesgo.

Este cambio supone principalmente abordar la salud de la persona joven como algo global y no centrarse solo en los riesgos. Por ejemplo, en vez de hablar del consumo de drogas hablábamos de la presión de grupo que se ejerce. De esta manera, podemos dar herramientas mucho más transversales, que se pueden utilizar en distintos ámbitos, como el laboral, social o familiar.

La gran diferencia de estos proyectos es, que haciendo simplemente charlas de temáticas concretas sólo se pone el foco de trabajo en los riesgos. En cambio, si se pasa a trabajar con estas habilidades para la vida, se dota a los adolescentes y jóvenes de herramientas de larga duración y más trascendencia.

Las habilidades para la vida como herramienta

Trabajar bajo estas habilidades para la vida en secundaria  no sólo generan un impacto transformador en adolescentes y jóvenes, los mismos docentes y formadores aprendemos, ya que se debe hacer necesariamente una reflexión previa, una mirada interna. Debemos convertirnos en referentes de lo que predicamos.

Por eso las habilidades para la vida han permitido concienciar a muchos profesionales. Hemos entendido que la salud no es la ausencia de enfermedad, sino que la salud también es bienestar emocional. 

Además, trabajando bajo una perspectiva de género, observamos que entre los jóvenes cada vez se presta más atención sobre la esfera mental y emocional, tradicionalmente relegada fuera del foco para ser considerado algo «privado», «débil» o «femenino». Los jóvenes cada vez son más conscientes de que tal vez físicamente están ‘estupendos’, pero que luego sufren momentos de estrés, de ansiedad, de miedos o  tristeza. Son más conscientes de su salud emocional.

Cuáles son estas habilidades para la vida 

  • Comunicación interpersonal: Incluye tanto la comunicación verbal como la no verbal y la escucha activa. Nos sirve para establecer relaciones basadas en el respeto y bienestar mutuo, que permitan la autenticidad de las partes y así ser capaz de conservar relaciones significativas, así como de poner fin o transformar las que impiden el crecimiento personal.
  • Negociación y rechazo: Escuchar la propia voz para expresar con claridad, y de la manera apropiada, lo que se siente, piensa o necesita. Hacerlo en el momento adecuado, de forma asertiva: sin imponer, ignorar, manipular ni agredir a nadie. Ser capaz de argumentar una postura o una crítica aunque contradiga lo que dicen otras personas.
  • Empatía: Conectar con la otra persona para escuchar, y comprender sus necesidades, para darle respuesta de una manera solidaria, de acuerdo con las circunstancias. Implica ser capaz de reconocer que la propia forma de pensar es sólo una más, no la única y la correcta.
  • Colaboración y trabajo en equipo: Ser capaz de trabajar y cooperar con los demás de forma respetuosa y siendo consciente de las capacidades de uno mismo, confiando en las del otro. Compartir estrategias y asumir responsabilidades de liderazgo para contribuir al logro de un objetivo compartido.
  • Advocación y defensa: Ser capaz de entusiasmarse por una causa y mantener una actitud constructiva hacia el conflicto. Actuar con flexibilidad para crear alianzas con otras personas y utilizar la capacidad de influencia y de persuasión para incidir en la mejora del bien común y generar cambio.
  • Manejo de la tensión y el estrés: Identificar oportunamente las fuentes de tensión y estrés en la vida cotidiana, saber reconocer sus diferentes manifestaciones y encontrar herramientas para eliminarlas o contrarrestarlas de una manera saludable. Es aprender a dar lo mejor de uno mismo en cada momento en vez de mantenerse en un auto-juicio permanente. Es saber detenerse y relajarse a tiempo.
  • Manejo de los sentimientos y las emociones: Aprender a navegar en el mundo de las emociones y los sentimientos para conseguir una «sintonía» más grande con el mundo afectivo propio y con el de las otras personas. Descubrir cómo reaccionamos ante el placer, la alegría, la tristeza, la ira o la injusticia … permitir que la razón intervenga para identificar qué nos impulsa y que nos paraliza.
  • Autoestima y control interno: Desarrollar autoconfianza y autoconciencia, descubrir gustos, disgustos, talentos, debilidades y oportunidades propias para autoconstruirse. Es, también, la capacidad para definir objetivos y autoevaluarse; significa construir sentido sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre el mundo en que vivimos.
  • Pensamiento crítico: Ser capaz de desarrollar un punto de vista personal, documentado y reflexionado para llegar a conclusiones propias sobre la realidad personal y social. Cuestionarse y cuestionar para comprender y fortalecer la diversidad de pensamiento. La persona crítica se pregunta, investiga y no acepta las cosas de una manera crédula.
  • Toma de decisiones y solución de problemas: Evaluar diferentes alternativas teniendo en cuenta las necesidades, los criterios y las consecuencias de las decisiones no sólo para la propia vida, sino también para la ajena. Supone tener capacidad de análisis en función de las emociones, las actitudes, los valores y la motivación propios y teniendo en cuenta a los demás. Decidir es asumir la responsabilidad de transformar las circunstancias en que vivimos. También supone pensar soluciones alternativas a los problemas de forma creativa.

Cómo se trabajan estas habilidades para la vida 

Los principales objetivos, para trabajar las habilidades para la vida en secundaria es desarrollar las habilidades psicosociales adolescentes y jóvenes, para que puedan tener más control sobre su salud y afrontar de manera positiva los desafíos de la vida cotidiana. Pero también, ayudar a mejorar la calidad de vida dentro de los centros educativos y facilitar a las familias espacios de reflexión sobre la salud de los hijos o hijas.

Una de las mejores manera de trabajar las habilidades para la vida en secundaria es a través de las dinámicas de grupo. Existen diferentes dinámicas de grupo para adolescentes que pueden ayudar a los más jóvenes a aprender y manejar las habilidades para la vida, tales como la empatía o la asertividad, entre otras. A través de las dinámicas de grupo los adolescentes se lo pasan bien mientras aprenden de un modo lúdico, al mismo tiempo que les ayuda a reflexionar sobre determinados conceptos y hechos que van más allá de la formación escolar.

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